La relación inevitable entre color
y forma nos lleva a observar los efectos que tiene la forma sobre el
color. La forma misma aun cuando es completamente abstracta y se parece a
una forma geométrica, posee su sonido interno, es un ente espiritual
con propiedades idénticas a esa forma. Un triángulo (sin especificar si
es agudo, llano o isósceles) es uno de esos entes con su propio perfume
espiritual. En relación con otras formas, este perfume se diferencia,
adquiere matices consonantes, pero, en el fondo, permanece invariable,
como el olor de la rosa que nunca podrá confundirse con el de la
violeta.
Lo mismo sucede con el círculo, el cuadrado y todas las demás formas. Substancia subjetiva en envoltura objetiva.
Aquí se hace patente con toda claridad la relación entre forma y color.
Un triángulo pintado de amarillo,
un círculo de azul, un cuadrado de verde, otro triángulo de verde, un
círculo de amarillo, un cuadrado de azul, etc., todos son entes
totalmente diferentes y que actúan de manera completamente diferente.
Determinados colores son realzados
por determinadas formas y mitigados por otras. En todo caso, los
colores agudos tienen mayor resonancia cualitativa en formas aguadas
(por ejemplo, el amarillo en un triángulo). En los colores que tienden a
la profundidad, se acentúa el efecto por formas redondas (por ejemplo,
el azul en un círculo). Está claro que la disonancia entre forma y color
no es necesariamente "disarmónica" sino que, por el contrario, es una
nueva posibilidad y, por eso, armónica.
El número de colores y formas es
infinito, y así también son infinitas las combinaciones y al mismo
tiempo los efectos. El material es inagotable.
Wassily Kandinsk, De lo espiritural en el Arte
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